domingo, 29 de noviembre de 2015

Sobre Puertos y Pájaras

La alimentación durante la práctica del triatlón es algo fundamental debido a la cantidad de horas de entreno, en especial en las largas salidas con la bicicleta. Para aquellos que venimos del running, la alimentación durante el ejercicio es algo que suena extraño. Acostumbrados a salir a correr entre 45 minutos y 1 hora, ingerir alimento durante la carrera no parece necesario. Si además vives en una zona relativamente llana como es Valladolid, una salida normalita de 2 horas no debe presentar demasiado problema tampoco. Esto te puede hacer creer en la falsa idea de que no necesitas comer durante el ejercicio. Pero nada más lejos de la realidad. Lo cierto es que, al menos en mi caso, hasta que no te coges un buen pajarón no aprendes. Lo que voy a contar ahora es sólo una anécdota más, pero no se lo deseo a nadie.

A finales de agosto, me propusieron una escapadita ciclista de sabado a Navacerrada para subir un par de puertos. La idea inicial era subir Navacerrada, bajar Cotos, y volver subiendo Cotos y bajando navacerrada. Habíamos quedado pronto por la mañana para ir juntos en el menor número de coches posible. Desayuné contundente, como es habitual en mí, y salimos dirección Segovia. Había preparado ropa pensando en las bajadas de los puertos, ya que pese a el calor veraniego la bajada de temperatura corporal es considerable. Finalmente con un par de calentadores de brazos fue suficiente. Para comer durante las subidas llevé un par de plátanos y un gel de glucosa. Desde mi ignorancia en temas ciclistas parecía suficiente para subir y bajar 2 puertos. 

Puerto de Navacerrada
Una vez llegamos a La Granja de San Ildefonso, bajamos las bicis, preparamos todo y nos dirigimos hacia el puerto de Navacerrada. Era la primera vez que subía un puerto con la bicicleta y la verdad que la experiencia fue inmejorable. El entorno es espectacular. Al ser el primer puerto de la jornada no se me hizo demasiado largo, aunque el calentón fue importante. Tenía las piernas frescas tras mis vacaciones en Mallorca y Menorca y subí apretándome bastante, llegando a una altura de 1880 metros. Una vez arriba ya "solo" quedaba bajar hasta Rascafría, y volver subiendo Cotos y bajando Navacerrada. 

Sin embargo, parte del grupo tenía pensado aumentar un poco la longitud de la ruta subiendo Morcuera. Con el buen día que hacía y las buenas sensaciones en las piernas tras la primera subida, me pareció buena idea acompañarles. Y ahí está el origen de esta historia. 


Sólo había ingerido un plátano de los 2 que llevaba al inicio de la subida, así que bajando hacia Rascafía me tomé el gel. Sabía que había preparado alimento sólo para los dos puertos pero pensé que con otro plátano más al bajar Morcuera antes de subir Cotos sería suficiente.

Puerto de Morcuera
El cambio de paisaje entre Navacerrada y Morcuera es brutal. De la vegetación frondosa del primero a la subida a pleno sol del segundo. De momento las sensaciones seguía siendo buenas, aunque se iba acumulando el cansancio y la segunda parte de la subida se me hizo un poco larga. Dicen que la cara dura del puerto es la otra, así que habrá que volver en otra ocasión a comprobarlo. No soy ningún experto controlando la bicicleta y acabé sufriendo más la bajadas que la subidas. Demasiada tensión acumulada por no conocer bien las curvas. En esta segunda especialmente fui notando la acuulación en hombros y brazos. Este es sin duda un punto en el que tengo un gran margen de mejora visto lo visto... 

Puerto de Cotos
Me como mi último plátano y me preparo para la última subida del día. Al llegar a Rascafría llenamos los bidones en una fuente y partimos hacia la Granja por Cotos, la otra cara del puerto de Navacerrada. Después del breve descanso empiezo a notar un repentino cansancio en las piernas. Las noto acorchadas y sin fuerzas. No entiendo bien por qué tras las buenas sensaciones de los dos puertos anteriores. Intento ver el lado positivo e intento convencerme de que es la última ascensión y queda poco. Pero pronto me doy cuenta de que esto iba a ser muy largo. Si bien Navacerrada se me pasó en un abrir y cerrar de ojos, Cotos fue todo lo contrario. 

Empezamos la ascensión y ya noto que no voy ni para atrás. Mis compañeros de viaje se alejan y yo intento tomármelo con tranquilidad. Los primeros kilómetros no son demasiado duros y consigo avanzar. La sensación de cansancio no va a mayores y pienso que al final no va a ser para tanto. Pero de pronto, a 7 kilómetros para coronar, noto algo que nunca había sentido: un total vacío en las piernas. Intento seguir pero ya he cruzado el umbral. Sé que no hay solución y aún me quedan 6 kilómetros. 

Decido pararme. Me apoyo en una señal e intento desansar. Pronto me doy cuenta que iba a ser peor el remedio que la enfermedad. Con la pendiente del 6% no consigo ponere en marcha. Me encuentro mareado y me cuesta meter el pie en la cala. Me cuesta un mundo arrancar pero en una escena lamentable consigo iniciar el movimiento. No duró mucho, apenas 500 metros. No tengo fuerzas, estoy totalente vacío y aún me quedan más de 5 kilómetros. Noto como no tengo fuerza al dar pedales. Vuelvo a parar repetidas veces. El tiempo pasa y yo no avanzo.

Comida, por favor
A 3 kilómetros de la cima veo un parking público y decido pasar a modo mendigo. Pido comida a un amable ciclista que está recogiendo la furgoneta para irse. Me ofrece el chocolate que le queda. Si no fuera por la situación en la que estaba no hubiera comido chocolate ni aunque me matasen. Me lo como y veo la luz. Se lo agradezco infinitas veces. Cojo la bici y sigo subiendo. Corono el puerto y llego a la zona llana. Las pocas fuerzas que había recuperado se van yendo poco a poco y una carretera sin pendiente me parece un muro. Consigo ir avanzando poco a poco pese a los mareos. Noto como todo el calor se vuelve frío pese al sol de Agosto.

Finalmente llego a la zona de aparcamiento del puerto de Navacerrada y decido volver a pedir comida. En esta ocasión tengo más suerte y una pareja de vascos me saca la despensa completa: batidos, galletas de chocolate, plátanos... Descanso un rato hablando con ellos y se lo agradezco como si e hubieran salvado la vida. En el fondo un poco sí. Me despido de ellos y comienzo a bajar Navacerrada. Ya no me mareo pero no tengo fuerzas. Hago la bajada entera sin dar pedales. Pero al fin consigo llegar a la Granja y completar el recorrido. Era la primera vez que hacía más de 100Km seguidos, y no la iba a olvidar.

Moraleja
Así contado hasta a mí me hace gracia pero la realidad es que lo pasé tan mal que se me ha grabado a fuego. Aprender a base de palos no es la mejor manera desde luego. Cuando ves a un ciclista en la tele con un pajarón de campeonato no te imaginas lo que siente. La sensación de estar totalmente vacío y no tener fuerzas no es cansancio. Y no hay vuelta atrás, si te entra la pájara ya da igual que comas, no vas a recuperar las fuerzas. Es necesario ingerir alimento periódicamente para no cruzar la línea. En el momento que te pasas no hay solución. Lo que comas después te viene bien por supuesto, pero no vas a recuperar las fuerzas que tenías antes de entrar en ese estado.  Si ya has pasado por esto sabes de lo que hablo. Y si no, sólo hay dos opciones: come o come.



No hay comentarios:

Publicar un comentario