Un minuto. Después de tantos meses de preparación, solo un minuto me separa de la salida del Ironman de Lanzarote. Se piden 30 segundos de silencio seguidos de 30 segundos de aplausos. Intento que las palmas me evadan de los nervios. Nos hemos colocado bastante bien en la salida y aunque el comienzo va a ser duro entre golpes las ganas por empezar me pueden. Acaban los aplausos. Me recoloco las gafas. Tengo enfocado el camino que me va a llevar hasta el agua para seguir la corchera durante los primeros metros. Mi primer Ironman y la primera vez en Lanzarote. Suena la bocina que da comienzo a la prueba y una avalancha de participantes en neopreno nos dirigimos playa abajo hacia el mar.
Sector natación

Al llegar a la playa y ponerme de pie, me entra el típico mareo. Me concentro y consigo trotar los primeros metros y correr hasta el comienzo de la segunda vuelta. Los primeros 1900 metros acaban en casi 33 minutos, un muy buen tiempo. Comienzo a nadar la segunda vuelta y empiezo a recibir más golpes, varios en la nariz y me saltan las gafas hasta 3 veces. Me coloco las gafas en cada una de las ocasiones, intentando perder el menor tiempo posible. Al llegar a la mitad del circuito empiezo a notar el cansancio. El brazo izquierdo empieza a no tener tanta fuerza y se nota en el ritmo. La última parte intento coger pies de nuevo pero no consigo una buena referencia. Se me hace un poco largo este tramo. Los últimos metros acelero un poco. Me quedan pocos metros y ya está acabando el sector que menos disfruto. A partir de ahora comienza lo bueno.
Primera Transición
Salgo del agua en 1 hora 11 minutos. La segunda vuelta ha sido lenta, pero el global del sector es decente. Me quito la parte de arriba del neopreno y intento compensar el mareo que llevo. Corro sobre las alfombras hasta la zona de las bolsas azules. Cojo la bolsa y paso por la carpa. Meto los pies en el cubo de agua para quitarme toda la arena que llevo pegada y busco un hueco para cambiarme. La carpa está a reventar de gente. Consigo un pequeño sitio al final y voy sacando todo mientras me bajo el neopreno. Me pongo el mono, el casco y las gafas, pero cuando intento subirme la cremallera veo que no sube. Lo intento varias veces más. Nada. El tiempo pasa y decido subir a la zona de bicis así antes de volver a intentarlo.
Llego a mi bici y los ánimos de Elena, Juan y Belén me suben el ánimo. Estoy preocupado por la cremallera. Si no consigo subirla voy a pasar frío en la bicicleta. Me coloco los calcetines. Y hago un último intento. La cremallera se rasga. No transcribo el improperio. Cojo la cabra y salgo corriendo hacia la línea de comienzo del sector. Me monto y empiezo a pedalear.
Sector ciclismo
El primer tramo, con muchos ciclistas alrededor, y con la intención de no vaciarme en la bici me limito a ir pasando gente a base de cadencia, sin forzar demasiado. El viento empieza a soplar. Esto es Lanzarote. El viento lateral no es tan brutal como lo fue el jueves y puedo pasar acoplado. Llegamos al primer regalito para arriba con el viento de frente. Meto plato pequeño y lo paso sin forzar. Queda mucho por delante. Al llegar a un primer tramo de autovía con el viento un poco a favor decido bajar algunos piñones. Un tramo muy rápido, por encima de 50 Km/h, pasando mucha gente. Se nota el trabajo de este invierno. Los pocos llanos del circuito habrá que aprovecharlos.

Llegamos a la zona de El Golfo, donde disfruto de los acantilados al lado izquierdo de la carretera.. Cualquier cosa es buena para motivarse, pero el paisaje es totalmente espectacular. Al acabar la zona la carretera pica para arriba y poco a poco me acerco a la subida a Timanfaya. Al llegar al pie veo el cartel y al mirar hacia delante disfruto de la foto: una carretera recta de sube y baja siempre picando hacia arriba que cruza los mares de rocas volcánicas. De otro planeta. Siguiendo el plan, subo a plato pequeño sin desfondarme, con la mayor cadencia posible. El viento se va haciendo notar, voy con el pecho al descubierto y paso frío. Al llegar arriba empiezo a ver las dificultades que voy a tener bajando sin el freno delantero y con el trasero demasiado abierto. Bajo con cuidado y seguimos pasando pueblos. Los kilómetros avanzan lentamente con el aire frontal. Mucha cadencia.
Al comenzar el descenso hacia La Santa vuelvo a rodar más fuerte, aprovechando a pasar unos cuantos triatletas más. Nada más pasar el Club La Santa el asfalto empeora bastante y bajo un poco el ritmo. El viento lateral parece soportable y todo el tramo que queda hasta Famara sigo rodando fuerte. Mucho calor. La zona de Famara se vuelve una caldera. Llegamos al kilómetro 80, quedan 100. Al llegar al avituallamiento cambio todos los botes. Estoy bebiendo mucho, quizá demasiado, para evitar deshidratarme como me pasó en Arenales. Una buena lección sin duda. El circuito gira para volver hacia Teguise. Sigue habiendo mucho calor. Empiezo a pensar el tensar los frenos para paliar un poco el problema, aunque no mejora demasiado.

Paro y recojo los bidones y los geles. Me coloco la bolsa como puedo y tenso un poco más los frenos. Sé que no va a ser suficiente para la bajada pero menos da una piedra. Comienzo el descenso y voy salvando como puedo las curvas en herradura. Me pasan varios triatletas, pero sin poder frenar no puedo bajar más rápido. Al llegar al Valle del Malpaso voy con cuidado y tomo las últimas curvas. Finalmente llego al pueblo de Haría. Me duelen las manos de la tensión y frenar continuamente. Veo el cartel del kilómetro 110, ya solo quedan 70. Antes de llegar a mirador del río uno de los mayores escollos del recorrido, una rampa con una pendiente brutal, con un asfalto que solo puedo definir de lamentable. Meto todo lo que tengo y subo lo más dignamente posible. Llegados a este punto me pregunto si no iba a ir "de tranqui" en la bicicleta. Con este recorrido es imposible. El cielo está nublado en la ascensión a Mirador del Río y el viento sopla fuerte. Sigo con la bolsa en el pecho y subo con tranquilidad.
Disfruto del paisaje. La isla de La Graciosa aparece a mi izquierda. Las vistas son una pasada. Merece la pena llegar hasta aquí para disfrutar de las vistas. Unos pocos metros más y empezará el descenso. Me motivo diciéndome que lo duro ya está pasado, que a partir de ahora aire a favor y bajada. Veo el cartel del kilómetro 120. Al empezar la bajada veo la primera caída en directo. La ambulancia venía cerca y se para a atender al triatleta. La bajada de Mirador del Río es bastante más asequible técnicamente, y aunque sigo bajando muy tenso frenando unos frenos que no hacen valer su nombre, la acabo sin muchos problemas. Empieza una parte muy favorable, con asfalto en perfecto estado y aire a favor, empieza mi momento.
Con la inercia de la bajada y lo propicio del terreno sigo fuerte. Buenas sensaciones pese al fuerte calor que vuelve a aparecer. Paso a mucha gente, muchos de ellos empiezan a hundirse. Sigo a buen paso disfrutando de la zona, me lo he ganado después de tanto viento en contra. Sigo hidratándome y comiendo todo lo que puedo y empiezo a pensar poco a poco en lo que queda. El tramo del que tanto en oído hablar en Nazaret: viento en contra y una carretera horrorosa que te hace perder hasta los botes. Llego a la rotonda y al girar a la derecha el viento entra muy fuerte de cara. Bajo plato y me dedico a pasarlo dignamente. El tramo mal asfalto complica aún más las cosas, se hace largo. Antes de acabarlo y a la velocidad a la que voy decido parar para evacuar por primera y última vez. Llevo unos 20 bidones encima y no he tenido ganas ni tiempo hasta ahora. Empieza la última parte del sector de bicicleta.
Sigo fuerte en los últimos 20 kilómetros. La parte final de bajadas es sin duda una pasada donde se puede coger mucha velocidad. Veo otro ciclista accidentado en una rotonda. La ambulancia está ya atendiéndole. El recorrido tiene tramos peligrosos. Los últimos 10 kilómetros subo frecuencia y voy soltando algo las piernas. Dentro de nada llegaremos de nuevo a Puerto del Carmen y mi cabeza se va centrando en la maratón. Comienza de verdad, aquí, el Ironman.
Llego rápido a la zona de boxes. Al frenar la bici no responde y me paso un poco la línea. No parece que sean muy estrictos aquí con este tema. Me recogen la bicicleta y me dejo el reloj puesto en el acople. Al darme cuenta me animo pensando en correr por sensaciones. Llego a la zona de bolsas rojas y recojo todo. Me calzo las playeras, dejo el casco, me cambio de gafas, me pongo la visera y salgo hacia la carpa. Al llegar me ponen de crema hasta arriba y me piden la bolsa. Una nueva globerada. Me la he dejado en la zona de bolsas. Vuelvo a por ella. Al volver piso una alfombra suelta y me caigo de espaldas. Literalmente: "un hostión". Varios voluntarios me vienen a atender. Un tirón en cada pierna al caerme que parece que se me va pasando, tras unos segundos tirado en el suelo. Me levanto y enfoco la carrera. Han sido 6 horas 40 minutos de bicicleta. Y otros 10 minutos de transición. El reloj marca 8 horas 10 minutos. El maratón me espera.
Sector Carrera
No mienten cuando dicen que correr el maratón del Ironman es correr un maratón "descojonado". Paso por el arco y comienzo a correr. Quedan 42 kilómetros por delante. La primera vez que voy a correr tanta distancia. Sin embargo, hoy es un día especial, y mi cabeza está muy centrada. Pienso en acabar la primera media maratón, la primera vuelta. Las dos siguientes de 10 kilómetros se me harán mas cortas, pienso.

Hasta llegar a la media maratón la estrategia sigue siendo la misma, andar los avituallamientos para poder beber y comer correctamente. Sigo corriendo a buen ritmo. Y a falta de 2 kilómetros para acabar la vuelta me coge Jose Vicente, que va a la altura de la ganadora Tine Holst. Al llegar a Puerto del Carmen el público grita y anima tanto que se me pone la piel de gallina. Aguanto a su ritmo hasta llegar al final de la vuelta y me colocan la pulsera azul. Solo queda la mitad. Estoy a 21 kilómetros de completar mi primer Ironman. En la segunda vuelta empiezo a sufrir bastante más. Los pies me duelen bastante. La uña del dedo gordo del pie izquierdo está ya claramente rota y los isquios pese a llevar un día muy tranquilo empiezan a dar guerra. Sigo corriendo y manteniendo el ritmo en la medida de lo posible. Al llegar al punto de giro escucho "Fireball" de Pitbull y me da un subidón. Esto sí que es dopping. Sigo alimentándome. Me quedan 15 kilómetros y los próximos 5 son a favor de aire. Se empieza a hacer duro de verdad. Pero para esto hemos entrenado.
Acabo la segunda vuelta, y cruzo la línea de nuevo. Me colocan la pulsera roja. El giro cerrado me rompe el ritmo y al afrontar la cuesta ando 50 metros. Sé que tengo más dentro pero necesito un pequeño respiro. Al llegar arriba empiezo de nuevo a correr. Ahora sí, quedan solo 10 kilómetros, ya no puedo pensar en nada, la alegría empieza a mezclarse con el cansancio y los dolores. Me bebo hasta el agua de los floreros en los avituallamientos y llego al punto de giro. Ya no siento los pies, y los isquiotibiales hace tiempo que necesitan que pare, pero ya no voy a parar. A falta de 3 kilómetros en el avituallamiento decido correr hasta el final todo seguido. El público se amontona en Puerto del Carmen. Cada paso deja de ser un dolor para ser una sensación que voy a guardar siempre. Entro en el último kilómetro y sé que está todo hecho. Las lágrimas me caen debajo de las gafas, mientras la sonrisa se me dibuja en la boca sin que pueda hacer nada por bajarla, 500 metros. Siento un subidón de sensaciones y sigo sonriendo mientras lloro. Es una sensación brutal.

A 100 metros, me encuentro con Elena dentro del recorrido. Me paro para abrazarla, el tiempo ya no importa, lo hemos conseguido. Esto no hubiera sido posible sin ella. Corremos juntos hacia la meta los últimos metros. No puedo quitarme la sonrisa de la boca. Llegamos a la meta y grito. Finalmente lo he conseguido. Tantos entrenamientos, tanto esfuerzo, todo el tiempo invertido para lograr esto. No puedo describir con palabras todo lo que se siente. Solo puedo decir que todo ha merecido la pena. 3 horas 57 minutos de maratón, para un total de 12 horas y 7 minutos. Posición Vuelvo a abrazar a Elena y me tiro al suelo. La felicidad no me deja sentir el dolor. Me levanto y me colocan la medalla. Juan me felicita. Qué habría hecho sin su apoyo estos días. Jose Vicente hace tiempo que ha llegado y también me felicita, nada como un buen entrenador para llegar bien a los momentos importantes. Me abrazo con todo el mundo. Estoy en una nube. "Carlos Madejon, You are an Ironman", se oye por megafonía.


El Ironman, La vida
Los 3,8 kilómetros nadando, 180 kilómetros en bicicleta y 42,2 kilómetros corriendo ya quedan a mis espaldas. Porque si algo te enseña el Ironman es que la mente puede con el cuerpo. Que cuando el cuerpo dice para, la mente dice sigue, y hace que el cuerpo se mueva. Que los sueños no se cumplen, se entrenan. Que un maratón son 30 kilómetros con las piernas, 10 kilómetros con la cabeza, 2 kilómetros con el corazón, y 197 metros con lágrimas en los ojos y una sonrisa en la boca. Que lo importante en la vida es tener retos y objetivos por cumplir. Que el Ironman de Lanzarote no hubiera sido posible sin el apoyo de mis amigos, de mi familia, de mis compañeros de equipo, de Elena. Porque lo importante en el Ironman, como en la vida, no es disfrutar solo del día de carrera, si no del viaje que te lleva a ese momento. Momento que no olvidaré nunca. Solo puedo decir: muchísimas gracias a todos por apoyarme en esta aventura que ha sido el Ironman de Lanzarote. Seguro que habrá muchos más! ;)
Nos vemos por las carreteras!

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